sábado, 8 de diciembre de 2007

DESDE LOS REMEDIOS

DESDE LOS REMEDIOS uno siente la paz que proporciona esa soledad buscada que tantas veces necesita el ser humano para reflexionar, para hablar consigo mismo de su vida cotidiana y de la vida de los que le rodean. Miro al pueblo allá a lo lejos, apenas se logran divisar los tejados y la majestuosidad de las iglesias. Hay gente pero no puedo verla, lo prefiero así. Ahora necesito hablar con ese pueblo desierto en ausencia de sus ciudadanos y le pregunto porqué hoy está tan latente esa crispación por poseerlo, por tenerlo a sus pies, cuando somos nosotros los humanos los que tenemos que ponernos a los suyos, a luchar por él para dejarlo aún mejor de lo que lo heredamos, a luchar por él para que nuestros hijos tengan la posibilidad de elegir si quedarse en él o irse en la búsqueda de su futuro a otros lugares.

Y mientras entre sus paredes ronronea el eco de una crispación de la que unos culpan a otros y solo por tenerte a ti, Valencia, entre sus manos y manejarte, cuando tu sabes que nos sobrevivirás a todos y que vendrán otros con el mismo propósito de conquistarte.

Y desde los Remedios siento la paz y me dejo llevar del silencio valenciano.

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