DESDE LOS REMEDIOS uno siente la paz que proporciona esa soledad buscada que tantas veces necesita el ser humano para reflexionar, para hablar consigo mismo de su vida cotidiana y de la vida de los que le rodean. Miro al pueblo allá a lo lejos, apenas se logran divisar los tejados y la majestuosidad de las iglesias. Hay gente pero no puedo verla, lo prefiero así. Ahora necesito hablar con ese pueblo desierto en ausencia de sus ciudadanos y le pregunto porqué hoy está tan latente esa crispación por poseerlo, por tenerlo a sus pies, cuando somos nosotros los humanos los que tenemos que ponernos a los suyos, a luchar por él para dejarlo aún mejor de lo que lo heredamos, a luchar por él para que nuestros hijos tengan la posibilidad de elegir si quedarse en él o irse en la búsqueda de su futuro a otros lugares.
Y mientras entre sus paredes ronronea el eco de una crispación de la que unos culpan a otros y solo por tenerte a ti, Valencia, entre sus manos y manejarte, cuando tu sabes que nos sobrevivirás a todos y que vendrán otros con el mismo propósito de conquistarte.
Y desde los Remedios siento la paz y me dejo llevar del silencio valenciano.
sábado, 8 de diciembre de 2007
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