Iban en un tren un hombre de Santander y otro de Bilbao. Para hacer algo menos aburrido el viaje, el de Santander inicia una conversación:
- Hola, hasta dónde va usted?
- Hasta Bilbao - responde el vasco, y usted?
- Yo llegaré un poco más lejos, hasta Santander, que tengo que dar un concierto de violín.
- Ahivá la hostia pues - dice el de Bilbao -. No me jodas que tocas el violín, yo también soy violinista. Qué coincidencia.
- No solo toco el violín; soy el mejor violinista del mundo.
- En eso no estoy de acuerdo, estoy seguro de que toco el violín mucho mejor que usted.
- Lo siento - dice el de Santander - pero no se puede comparar. Hace 15 días, dí un recital en el auditorio de Barcelona, y las 10 mil personas que me vieron, estuvieron en pie aplaudiendo sin parar al final del concierto 45 minutos.
- Pero eso no es nada - contesta el de Bilbao. El otro día estuve yo tocando en Madrid delante de 40 mil personas, y estuvieron en pie aplaudiendo 90 minutos.
El de Santander se empieza a mosquear y le dice:
- Vamos a ver, imagínese lo bien que toco, que el otro día estuve tocando en la Catedral de Burgos, y a la imagen de la Virgen se le saltaron las lágrimas.
- Pero eso no es nada - responde el vasco. Ayer estuve yo tocando en la Catedral de Bilbao, y al terminar, se bajó el Cristo de la cruz, me abrazó y me dijo: 'eso es tocar bien, y no el hijo puta de Santander, que hace llorar a mi madre'.
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