viernes, 7 de diciembre de 2007

La vida no es un cuento de Hadas (Reflexión de una psicoanalista)

Y fueron felices y comieron perdices...Así terminaban muchos de los cuentos que nos narraban de pequeños y así, tal vez, fue como la cultura nos transmitía lo que esperaba de nosotros: hallar el amor y crear una familia, vendiéndonos la felicidad como una cosa de dos. La realidad es bien distinta, ni somos tan felices ni comemos perdices que, por otro lado, no sé a qué precio estarán, tal y como está la economía.

Los índices de separación se equiparan a los de nuevos matrimonios, muchas parejas cortan su relación poco después de haber comenzado su vida en común, los hijos cada vez unen menos y cuesta más criarlos, la violencia doméstica hace estragos, la satisfacción sexual en la pareja no es la panacea, los sueldos no dan para tanto, mucho menos para que un hombre pueda mantener a una mujer, ¿dónde está lo que nos habían prometido?

Es sorprendente, aún así, que perviva la ilusión "tipo Disney", seguimos esperando encontrar la pareja ideal, comprar un pisito, compartir alegrías y penas, en la salud y en la enfermedad, tener hijos guapísimos, hasta que la muerte nos separe. Me resulta muy curioso como en las cuestiones amorosas el ser humano, sobre todo la mujer, se monta "cada película". Da la sensación de que ella hubiera nacido para amar y recibir amor, obnubilando otras funciones humanas tan importantes como estudiar, trabajar, ganar dinero, relacionarse, pensar, hablar, etc. Ella lo entrega todo al amor, esperando que el amor le devuelva dinero, posición social, satisfacción y felicidad. Claro, luego se da el "batacazo".

Entiendan que ninguna vida puede definirse en varias líneas y aunque sé que nuestra ceguera respecto a nuestra forma de vivir sólo puede levantarse en el diván de un psicoanalista, me gusta reflexionar con ustedes sobre este y otros temas. El amor es un sentimiento muy poderoso y necesario para nuestra supervivencia como individuos y como especie, pero muchas veces en nombre del amor hacemos cosas que no están justificadas. Algunos matan por amor, otros abandonan su profesión, amistades, familia por una relación amorosa, los hay que viajan miles de kilómetros para abrazar a la persona amada, etc. Amar nos aporta muchas cosas buenas, porque no sólo se trata de amar a una persona, se puede y se debe amar a muchas personas, también se puede amar el trabajo que uno desempeña, amar algún deporte, algún libro, algún cuadro. El amor tendría que ser múltiple, tendría que enriquecernos, pero tantas veces me encuentro con personas que sólo tienen ojos y deseos para una única persona, que se empobrecen creyendo que así vivirán su cuento de hadas.

Dejamos de ser niños hace mucho tiempo y aunque nunca abandonamos una actividad que nos haya proporcionado placer y fantaseamos a diestro y siniestro, a los adultos nos convendría poner los pies en la tierra y aprender a valorar la realidad, nuestra realidad, que depende de nuestro trabajo e implicación. Esperar que el amor te resuelva la vida es un grave error, como también lo es creer que tener pareja te libera del trabajo diario que supone mantener esa relación, el amor y el deseo. De ahí el fracaso de tantos noviazgos y matrimonios, creían que lo habían logrado y se durmieron en los laureles. No se pueden abandonar las propias ambiciones, esa es la mayor traición.

El ser humano es aquel que ha conseguido habitar en los cinco continentes, que ha viajado al espacio, que ha posibilitado la comunicación a distancia... el ser humano es muy poderoso, pero en estas cuestiones ¡qué débiles somos! Una mujer puede perder toda su inteligencia para sentirse deseada por un hombre, él puede cometer locuras para conseguir el amor de ella. Es necesario un nuevo modelo para el amor, este ya fracasó. La mujer y el hombre del siglo XXI necesitan palabras para transformarlas en trabajo que haga posible que cada uno de nosotros tenga nombre y apellidos, que viva su propia historia, que viva el amor y la sexualidad como también se viven en las novelas policíacas, en los poemas, en las cartas, en los relatos históricos. Hay millones de formas, ¿te sientes capaz de producir la tuya?

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