Señores Cardenales, señores Obispos, señores de la Iglesia en general, estáis acabando con la poca fe que ya de por si, teníamos en vosotros. Reflexionad un poquito y sed consecuentes con esa fe en Cristo que decís profesáis. Dejad la política a los políticos y dedicaros a hacer el bien, como es vuestro deber, que hay mucho necesitado y mucho pobre por ahí suelto esperando y deseando vuestra ayuda.
¿Miedo a perder más "fe" económica?. Pero si los socialistas os han subido en Renta vuestra asignación desde el 0,52% anterior hasta el 0,70% de ahora. ¿No será que cada vez hay menos que tachan esa casilla de la Renta?. Si es así, por algo será.
Reflexionad, quizás vosotros tengáis muchísima culpa de ello. Dedicaros a salvar almas y no ha recaudar riqueza. Y por favor, dejar que cada cual libremente se una a quién quiera y como quiera, pero con los mismos derechos que cualquier "cristiano". Hoy afortunadamente la gente tiene cultura, está informada y tiene capacidad de juicio, incluso para juzgaros.
Os dejo con el cardenal libertador:
El cardenal libertador
(http://www2.elplural.com/opinion/detail.php?id=16601) (02/01/08)
“Con la homosexualidad, el aborto y los divorcios express estamos atacando la Constitución del 78 y destruyendo la democracia”.
Quiero, Sr. Cardenal, expresarle mi más profunda gratitud. Nos costó mucho desligarnos de un ayer oscuro y respirar la luz del 78. Hay poderes decididos a acabar con esa Constitución que es garante de los derechos de “todos” los españoles. Tres años antes, Tarancón, el crucificado del paredón, le había exigido al Rey que lo fuera de “todos”. Suárez expresó su voluntad de ser Presidente de “todos” y Así sucesivamente: Leopoldo, Felipe, José María y José Luis. Pero, según su compañero Rouco, durante los últimos treinta años se ha atacado duramente a la familia. Es decir, que el periodo constitucional coincide con la voluntad de aniquilar esa célula “formada por la autoridad del padre, el afecto de la madre y los hijos” según definió la familia una señora manifestante.
Se me han nublado las ideas, Sr. Cardenal. Si Usted la defiende y Rouco la ataca, yo me pierdo y tengo que andar a tientas como hombre, como todos los hombres, buscando la verdad, siempre cercana y lejana, como una amante provocadora pero huidiza.
Tiene Usted miedo, Sr. Cardenal, de que se derrumbe la democracia, aunque contamos con la fuerza de su báculo para defenderla. Le preocupa a Usted y a todo el episcopado porque fueron los Obispos quienes la exigieron esforzadamente, quienes lucharon denodadamente por ella durante los cuarenta años de ignominia franquista. Porque renunciaron a todo y se enfrentaron continuamente a la fuerza represora del Caudillo para conseguirla, para que “todos” disfrutáramos de una libertad de expresión, de elección religiosa, de voto libre y secreto, de los derechos emanados de una Constitución. Y no pueden ahora permitir que venga Zapatero y no sólo ataque a la familia, sino que arremeta contra una Constitución y una democracia que la Jerarquía católica consiguió repudiando la dictadura del general. Entiendo su miedo y lo comparto.
Pero otra vez aparece Rouco afirmando que este proceso nos ha situado por debajo del listón de derechos humanos proclamados por la ONU. De nuevo la contradicción me siembra la duda sobre la bondad o maldad de la libertad.
Cuando los homosexuales se aman, destruyen el amor puro de los cónyuges cristianos. O no tienen derecho al amor o no tienen derecho a ser españoles. Y cuando a una pareja se le despeña el amor vida abajo y se separan, deberíamos ponerla en la frontera para que se las entienda con una Francia siempre pecadora, la Francia de Sarkozy y Carla Bruni.
Sr. Cardenal y Sres. Obispos: tanto luchar contra Franco, tanto esfuerzo por construir la libertad a base de renunciar a privilegios dignamente adquiridos para que un gobierno laicista y aconfesional rompa nuestra unidad de destino en lo universal.
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